Os presentamos un artículo que nuestra amiga y compañera, María José Arce Olmos, publica hoy 28 de Diciembre de 2.021, en "Agrupación Amigos de Banesto"
Buenos días. Tal día como hoy lo que muchos pensaron que era, una inocentada fue cuando comenzó la crónica de una persecución :
Eran las 14.15 horas del 28 de diciembre de 1993. Tras una mañana en la que la Bolsa se había convertido en un hervidero de rumores, el presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), Luis Carlos Croissier, decidía suspender la cotización de Banesto. Fue el detonante. Dos horas y cuarto después, el gobernador del Banco de España, Luis Ángel Rojo, comunicaba al entonces presidente de Banesto, Mario Conde, la decisión: el banco emisor tomaba las riendas de la entidad y destituía al consejo de administración, incluido su presidente , que incluso acudió al Rey, en busca de árnica.La noticia hizo temblar las estructuras del mundo financiero. Era el día de los Inocentes. Pero, ni mucho menos, una inocentada. La decisión se convirtió en una cuestión de Estado. Estaba en juego el prestigio del sistema crediticio de un país y, tal vez por ese motivo, hasta que decidió intervenir, el Banco de España se tentó mucho las ropas. Exigió a Conde un plan de viabilidad que no le valió y, posteriormente, acabó por adelantar una intervención que tenía prevista para semanas más tarde.
Los días previos a la intervención fueron de máxima tensión. Los responsables de Banesto pedían ayuda a sus socios estadounidenses de J.P. Morgan y movían todos los hilos políticos imaginables. Los del Banco de España advertían de la perentoria necesidad de tapar el agujero de la entidad. Un quebranto patrimonial que, según los datos procedentes del banco emisor, se elevaba a 605.000 millones de pesetas y que requirió la intervención directa de la Administración y del resto de la banca. Esa cifra se desglosaba de la siguiente forma: 284.000 millones de necesidades de saneamiento de la cartera de créditos; 182.000 millones de saneamientos de la cartera de valores de los que 88.000 corresponden a la Corporación Industrial; 42.000 millones procedían de gastos activados que debieron haber pasado a resultados; 79.000 a insuficiencia del fondo de pensiones y 18.000 a otras Pérdidas del último ejercicio.
La intervención, además, puso fin a una fulgurante carrera en ascenso de un hombre que supo aprovechar su presencia en uno de los bancos con más solera
Un hombre que venía de dar una campanada empresarial con la venta de Antibióticos por 58.000 millones y que irrumpía como banquero de nuevo cuño frente a otros que le sacaban más de 20 años.
Tras la intervención, Conde guardó silencio unos días. Lo rompió el 11 de enero de 1994. En una rueda de prensa multitudinaria, el presidente destituido no convenció. No fue capaz de derrotar las razones del Banco de España. Después se refugió de nuevo en el silencio, que no quebraría hasta la presentación de su libro, El Sistema, mi experiencia en el Poder. Sus dos comparecencias ante la Comisión parlamentaria de seguimiento de Banesto, fueron su tumba pública. Los diputados le acorralaron y Conde dio, por primera vez, la imagen de haber perdido los papeles definitivamente. Aunque los golpes de gracia se los dieron el fiscal de la Audiencia Nacional Florentino Orti -presentación de la querella el 15 de noviembre de 1994 contra él y nueve ex altos cargos del banco (ocho ex consejeros y un ex director general, que luego se ampliaría a tres consejeros más) y el juez de Delitos Monetarios Manuel García-Castellón (auto de prisión el 23 de diciembre de 1994).
En los casi 12 meses que mediaron entre la intervención y el encarcelamiento del expresidente de Banesto se agolpan una larga serie de acontecimientos.
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